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Dame aaaargo
De crítica poética a ensayo deconstructivo, indago en la motivación para crear un personaje tan capaz. Su invención me dará la llave.
Hablamos de su dispositivo, o su protocolo, o de ambos, da lo mismo. Humo es igual a humo, que igual a humo es. Acudo a su otra página en busca de información y me encuentro con comunicaciones inalámbricas sobre IP. Su invento, dice es tanto “un protocolo como un dispositivo”, lo cual me confunde. ¿Acaso los protocolos no son métodos de trabajo mientras que los dispositivos son realizaciones físicas que obedecen dichos métodos? No pueden ser las dos cosas al mismo tiempo, pero él parece poder con todo. Continuamos y vemos que se trata de algo capaz de hacer que dispositivos de varias clases se comuniquen entre si a través de una red inalámbrica.
Pero un momento, esto me suena. Convergencia, compatibilidad, comunicaciones inalámbricas… ¿Tienes un ordenador portátil a mano? ¿Y un enrutador inalámbrico? Pues según nuestro renacentista colega, acabas de revolucionar el mundo de las comunicaciones.
Seamos claros, hay dos errores de bulto que cualquier lego en la materia puede reconocer, y muchísimos otros que a un profesional se
le clavarían en los ojos hasta empujarlo al suicidio, pero centrémonos en los primeros.
Por una parte, no es posible crear un protocolo secreto y ganar dinero con ello, a menos que tengas un producto fuerte basado en él
y no necesites que se relacione con otros. Es por ello que TCP/IP, como estándar para redes de comunicaciones, triunfó sobre otras alternativas cerradas. Por otra, no puedes esperar que toda la industria se deshaga de los estándares actuales para adoptar algo que les supondría un coste elevadísimo en licencias.
Imaginemos el siguiente escenario. Un señor afirma haber creado un tipo de asfalto que revolucionará el transporte por carretera. Se deshace en elogios hacia si mismo y su invento, pero no da detalles. Quiere mantenerlo en secreto porque así los fabricantes de automóviles deberán pagarle para conocerlos. Estos fabricantes piensan que ya poseen una tecnología similar, dados los trazos generales que ha expuesto el inventor, pero éste sigue empeñado en la validez de algo que, por cierto, todavía no existe.
Tú, como fabricante, ¿qué harías? ¿Pagarías o lo tomarías por loco?
Un término importante que todavía no he mencionado es el de la consultoría, que viene a ser “aquello que cuesta un dineral pero sus resultados casi nunca se reflejan en tus beneficios”. No te ofrece el producto, sino un estudio para evaluar el impacto de dicho producto imaginario en tu empresa. Otro término curioso es inversión o “la promesa de que todo irá mejor en el país de Nunca Jamás que te han descrito, siempre que aportes dinero en metálico para los billetes”.
Uh, personalmente sí lo tomaría por un loco y no le daría ni un euro. Pero si depositas tu confianza en él de manera acrítica… ya sabes lo que puede ocurrir. Y si lo haces para unas cosas, ¿por qué no para otras?
A pesar de que esto es un ejercicio de especulación, me baso en los indicios que va dejando por la Red. Indicios que, por otra parte, cualquiera puede consultar. Por favor, introduce su nombre en Google y prepárate para “tener suerte”.
Lo que no es especulativo son los cincuenta euros que cuesta su última convocatoria, una cena acompañada de algunas charlas donde expone sus hipótesis y conjeturas, rebautizadas ahora como teorías, con la parafernalia típica: somos unos incomprendidos, los científicos nos quieren callar, Einstein violó a mi casa y allanó a mi mujer, etcétera. Cincuenta euros del ala, que se dice pronto, y súmale los quince extra por su nueva conferencia sobre realidades alternativas. ¿A nadie le parece excesivo por unos pinchos y un tipo que debería estar en el club de la comedia?
Un tipo que, por otra parte, no es precisamente el mejor orador del mundo. Algunos de sus vídeos pueden encontrarse en la red. La cara de elegido por el destino para derrocar la tiranía de las máquinas que salía en su CV da paso a un tipo de pinta afable, casi simpático. Chorra, pero simpático. Los temas tratados son varios, desde la actividad del Sol hasta sí, lo has adivinado, el puñetero dispositivo, protocolo o paja mental que ya he tratado antes.
Las asociaciones peligrosas. En la mente de cada uno de sus seguidores se está formando un vínculo entre lo que esperan de él y lo que él desea vender, aumentando la fiabilidad del producto. El público solicita dogmas alternativos a la ciencia y él los reparte por doquier. Nunca se equivoca, por eso son dogmas, y nunca se retracta, por eso refuerza su posición. Cuanto más fuerte sea esa posición, la de comunicador, mayor será su prestigio como vendedor. Esto no es nuevo, de hecho es uno de los pilares más obvios del márketing y casi todo el mundo se aprovecha de él. Por ejemplo, ¿no te sorprende que haya tantos y tantos periodistas, políticos y personajes de la vida social en general que publican libros, venden chalets o cantan las excelencias del bífidus activo?
Y créeme, al simpático no le importa demasiado tu tránsito intestinal. Son unos euros de allí, un vídeo por allá, publicidad gratuita por acá, un enlace a su proyecto en una página que no tiene nada que ver… agítalo todo y obtendrás una combinación que ya has visto en tu pantalla y con otro conspiranoico más conocido, ¡incluso con el mismo nombre! Imagínate de quién estoy hablando. Sí, hace analogías desafortunadas con el ajedrez. Ése, ese mismo, el del periódico con las torres gemelas, el que publicita la “orgonita” a treinta euros.
Por si aún no lo has cogido: ¡Es el dinero, imbécil! Otra manera de sacarte los cuartos.
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¿Roja o azul? El caso es sacarte la pasta
Los mismos que dicen estar “contra el sistema” son los que sostienen a estos parásitos y a todas sus comodidades, y los que afirman no pertenecer “a la clase aborregada”, consumen ávidamente estos productos. Oh, ironía, nadie te ha tenido en más alta consideración que ellos, pues así homenajean tu existencia.
Sin embargo, para este mal hay una vacuna. Se llama “escepticismo”. Toma esos cincuenta euros que te gastarías en una cena con cuatro tipos que combinan americanas baratas y sombreros de papel de aluminio. Guarda cuarenta en una hucha y mete diez en el bolsillo. Ve a una librería, a una de verdad, no a la del hipermercado. Intenta no pararte delante de la sección de “Ciencias ocultas y parapsicología” y alcanza la de “Divulgación científica”. Busca un tema que te interese y recuerda que los ejemplares de bolsillo suelen ser más baratos, alrededor de ocho o diez euros. Págalo. Ve a tu casa, a un parque o a una biblioteca, a tu gusto. Abre el libro. Esfuérzate, esfuérzate por comprender, por buscar lo que no entiendes en una enciclopedia, por hacer los cálculos que aparecen sobre el papel. Sorpréndete. Todo eso lleva años en su lugar, esperando a que lo descubrieses. No es fácil sacarle el jugo pero nadie ha dicho que lo fuese.
Y lo mejor de todo es que es real. Sorprende y funciona. Así es la ciencia, la de verdad, no la que te roba el dinero para contarte lo que quieres oír. Tus gustos son irrelevantes en un Universo en el que no somos más que motas de polvo.
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