Reconocer un error puede no ser fácil. Quizá tu reputación dependa de la suposición de veracidad que los demás depositan en ti. Es posible que tu orgullo te juegue una mala pasada o realmente una parte importante de tu vida dependa de ello. Tu sustento, tus contactos, tus futuros negocios tal vez.
En un lugar de la España del siglo XXI, de cuyo nombre no quiero acordarme, un señor de currículum aparentemente intachable emprendió, sin que conozcamos bien las razones, una aventura en un ámbito que desconocía. Tuvo éxito, siempre que no contemos la información deshonesta, los seguidores acríticos y las dudosas compañías. Y lo tuvo por una única y muy simple razón.
Porque hay personas que desean con todas sus fuerzas que existan toda clase de fenómenos extraordinarios.
Este señor creó en su día un blog dedicado a lo que él y algunos otros vendedores de humo llaman exociencia, una suerte de nueva disciplina que aboga por la comprensión del universo desde una perspectiva que incluya la existencia de razas extraterrestres. Su método se llama SCRUM, que no SCUM aunque bien podría ser así, y por muy rimbombante que sea la presentación del mismo, lo cierto es que puede resumirse en lo siguiente: varias personas sin cualificación ni preparación científica alguna discuten sobre datos aleatorios que son incapaces, obviamente, de comprender. Cuando un criterio se impone, se acepta como cierto. Lo curioso de este criterio es que debe explicar un fenómeno bajo el mejor punto de vista posible, según los exocientíficos, y si dichos personajes abogasen por la existencia de seres de color gris que chasquean los dedos y crean tornados… sería perfectamente válido.
¿No os suena? Ah, la democracia, el arte de votar al más simpático sin entender una migaja de su programa político…
Palabrería aparte, los discursos característicos de esta exociencia están vacíos. La grandilocuencia de sus ponentes es posiblemente su mayor baza, ya que la mayoría de los adeptos se sienten tan impresionados que evitan sistemáticamente cuestionarse lo que leen y oyen. Estudiar es muy duro, las matemáticas y la física más si cabe. Confiar no.
Pero la confianza ciega, como la fe, no parece muy beneficiosa.
A nuestro protagonista, que comparte nombre con uno de los artistas más grandes del Renacimiento italiano, sí le beneficia. Porque él no está del lado de los que depositan, sino del que la reciben. Gracias a ella ha conseguido estos éxitos efímeros en la Red, su blog, sus fieles seguidores. Toda esta parafernalia debe ser embriagadora, dado que hincha los egos y fortalece la autoestima hasta llegar a límites insospechados, los límites del cinismo más desvergonzado. Y, ¡oh!, qué bonito pareado.
En tan alta consideración se tenía nuestro pequeño artista que aceptaba las mentiras como parte de lo cotidiano, porque nadie parecía tener interés en desacreditarlas. Pero la prueba de fuego llegó cuando la más inofensiva de todas le explotó entre las piernas, dejándolo incapaz por un momento de reproducir sus embustes.
El primer día de Octubre se topó con un filón, un vídeo que confirmaba los deseos más erótico ficticios de Fox Mulder: un OVNI era derribado por dos naves del ejército español, ante la atenta mirada de los tripulantes de un barco pesquero. No entraré en detalles porque todos, a día de hoy, sabemos que se trataba de una campaña publicitaria para homenajear a Orson Welles.
Él prefirió elaborar una historia nueva, donde de nuevo se convertía en el investigador principal de argumentos incontestables, con testigos que se negaban a dar la cara y conspiraciones que incluían un montaje del montaje que, por supuesto, fue puesto en evidencia gracias a su agudeza intelectual. Hubo división, hubo enfrentamiento, hubo personas que creyeron en él y otras que se preguntaron cómo cojones le habían dado cuerda a semejante desquiciado. A nadie se le escapaba la broma excepto a él.
Así como la prensa amarilla se niega a rectificar o a pedir disculpas, nuestro simpático antihéroe se refugiaba entre las mermadas hordas de seguidores, firmando soflamas contra sus enemigos, los autores del vídeo que, ¡malvados! Decían “habérsela metido doblada a medio país”. ¡No a mí, voto a bríos!, reclamó, ¡jamás admitiré un error que no he cometido! Y así era, jamás en su mundo feliz podría tolerar esa humillación.
Como he dicho al principio, reconocer un error no es tarea fácil… y menos si algo depende de ello. ¿Orgullo, fama, reconocimiento? Quizá en parte, pero como lo que a un servidor le duele es el bolsillo, comenzaré por el sucio y vil metal.
Nuestro amigo posee una mente privilegiada para los negocios y, claro está, no podía desperdiciarla. Pocos lo saben o lo tienen en cuenta cuando se deleitan con sus batiburrillos, pero este prohombre tiene otro blog y un perfil en una famosa red social orientada a los negocios, dos páginas en las que se presenta con unas credenciales de quitar el hipo y unos compañeros de capital dignos de ser mencionados, junto con su invento, o inventos, a los que más adelante hincaré el diente.
Ingrata sorpresa la de unos detalles que salpican su currículum y deseo confirmar. ¿Qué es esto? ¿Y aquello? ¿Pero no decía esto otro? ¡Oh, dolor en mi corazón al ver un mito caído!
La exociencia carece de titulación, así que no se lo echaré en cara. Pero no así la astrofísica, misterios acerca de la cual dan título a su espacio en Internet. No es astrofísico, ni físico, ni siquiera “astro”, sólo un simple abogado cuyos padres tenían dinero para enviarlo, aparentemente, a una cara institución. Sabe de leyes y de recursos, pero no físicos sino humanos. ¿Y el doctorado del que presumió en su día? Un máster asequible. Un pinchazo en el pecho, pero ¡calma! No está todo perdido. Procedo.
Pero no mejora. Su grupo de investigación es, en realidad, un departamento de una universidad. No guardan relación alguna. Su grupo de seguridad es parco en contenidos y no mencionan su nombre ni por asomo, ¿vergüenza quizá? ¿Y sus empresas? Algo huele mal. Una no tiene miles de trabajadores, ¡no llega al centenar! ¡Me quiere estafar!
Entradas relacionadas:
- Huyendo hacia delante (II)
- Un nuevo timo: La foto de la estrella que se nos viene encima
- La “Exociencia” entre bastidores
